Intenté librarme de los cordeles que ataban mis muñecas,
frotándolos contra el tronco de un árbol caído, pero no
conseguí ni aflojarlos ni desatarlos. La fibra goreana que se
usa para atar no está hecha para que se suelte fácilmente de
las muñecas de las esclavas. Al cabo de una hora estaban tan
fuertemente atadas como al principio. Decidí que sería mejor
seguir andando.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.